Dolor crónico

Mientras se sigue discutiendo si el dolor crónico es una enfermedad, un síndrome o una condición, la realidad nos continua mostrando que se trata de un problema importante de salud.

De entrada, los estudios epidemiológicos muestran unas cifras estremecedoras: entre un 10% y un 20% de la población tiene alguna forma de dolor crónico, dependiendo de los estudios.

Según la Asociación Internacional para el Estudio de Dolor, existen varios tipos de dolor crónico dependiendo del origen y por tanto muchas enfermedades inflamatorias, infecciosas, oncológicas, hematológicas, digestivas, etc., se pueden acompañar de dolor crónico. La fibromialgia, por ejemplo,  se considera como el dolor crónico difuso músculo esquelético por excelencia.

En el terreno de lo conceptual, uno de los avances recientes más relevantes ha sido considerar que el dolor crónico en sí mismo, independientemente de la enfermedad asociada que lo acompaña, merece una consideración única. Es decir, merece una atención individualizada y un tratamiento específico que se tendrá que administrar simultáneamente con la enfermedad que lo ha originado para mejorar la situación del paciente.

Las diferencias entre dolor agudo y crónico son numerosas. La primera y más obvia se trata de la duración. Pero hay otras muchas diferencias.

Los circuitos por los que camina el dolor dentro de nuestro cuerpo son los mismos, pero en el dolor agudo parece haber una integridad de todos estos circuitos que hace que la respuesta ante un estímulo doloroso sea adecuada, proporcionada, lógica, y la duración del dolor relacionada con la reparación del daño.

Sin embargo, en el dolor crónico, estos circuitos no funcionan correctamente y ante un estímulo doloroso la respuesta no es la adecuada y se mantiene como si se tratara de un disco rayado repitiendo una y otra vez la sensación de dolor que se convierte en una sensación permanente. Incluso, en muchos pacientes, el estímulo inicial desaparece pero el dolor ya se ha hecho autónomo y se ha independizado del estímulo inicial. A este mecanismo también se le llama sensibilización central (pinchar)

El dolor agudo tiene siempre una localización precisa y se produce en el mismo punto donde se ha producido el daño. Por el contrario, el dolor crónico no se localiza tan bien y consiste en una sensación difusa o generalizada difícilmente localizable en un punto concreto. Podríamos decir que mientras el dolor agudo se origina en la periferia, el dolor crónico se origina en el cerebro.

Cuando en el cerebro se elabora el dolor crónico, se acompaña también de otros síntomas asociados como cansancio, alteraciones del sueño, ansiedad, depresión o alteraciones cognitivas, síntomas probablemente producidos por los mismos mecanismos que originan el dolor crónico.

Si entendemos que se trata de dos tipos diferentes de dolor, también entenderemos el porqué el tratamiento debe ser diferente.

Por ejemplo, los analgésicos o antinflamatorios mejoran el dolor agudo porque actúan específicamente sobre el daño que ha desencadenado el dolor. Habitualmente, en el dolor agudo no hacen falta muchos más tratamientos.

Pero en el dolor crónico, ese daño inicial ya ha desaparecido o, por lo menos, ha dejado de ser importante, y estos fármacos por tanto producen solo una mejoría relativa. Aquí, tenemos que utilizar los fármacos que actúan sobre sistema nervioso central tratando de recomponer los circuitos alterados, el desequilibrio de ciertos neurotransmisores, frenar las células inmunológicas activadas, bloquear los receptores neuronales, y contrarrestar la presencia de sustancias excitadoras en el sistema nervioso central, mecanismos que se van reconociendo como los responsables del origen del dolor crónico.

Por esta misma razón, los tratamientos psicológicos dirigidos a mejorar la conectividad cerebral entre distintos núcleos cerebrales; la realización de ejercicios físicos, que regulan a la perfección el equilibrio entre todos los sistemas del organismo; la incorporación de hábitos saludables, prescindiendo de todos aquellos hábitos tóxicos como tabaco, alcohol o drogas, son de una gran utilidad en el manejo del dolor crónico.

Así pues, intentar tratar el dolor crónico con los fármacos para el dolor agudo está condenado al fracaso. Por otra parte, no utilizar todas las medidas terapéuticas que hemos mencionado antes para tratar el dolor crónico, limita los resultados del tratamiento y la mejoría de estos pacientes.

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3 Comentarios

  1. Concepcion

    Creo que este artículo es un reflejo de la verdad sobre el dolor crónico, la fibromialgia es devastadora pero con ayuda e un buen profesional como mi doctor se intenta llevar lo mejor posible.

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  2. Carmen Botan

    Yo tengo fibromialgia y vivir con dilor cronico de todo y por todo es dificil o se me hace muy dificil de sobrellevar,pido ayuda a gritos,rehabilitacion,fisioterapia,ejercicuos en agua caliente,ensayos clinicos,una pequeña luz al final de este tunel,pero esa pequeña llamita no llega,me da la sendacion que somos los nuevos leprosos del siglo XXI

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  3. María

    Me han diagnosticado fibromialgia hace 6 meses, mi vida ha cambiado poco completo, tomo las medicinas, hago ejercicio, acupuntura, meditación, dieta, pero el dolor es continuo. Empiezo a trabajar este mes y me da un miedo terrible, la gente no se cree la enfermedad

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