Es conocido que en España tenemos uno de los presupuestos para investigación más bajos de la Unión Europea. Por otra parte, está claro que si no investigamos nunca seremos propietarios de patentes y tendremos que comprar los productos innovadores a aquellos países que investigan que son los propietarios de las patentes.
Hace más de un año que salieron las primeras vacunas contra la COVID, todas ellas fabricadas por multinacionales extranjeras, mientras que las vacunas españolas todavía se encuentran en proceso de desarrollo y no se las espera hasta el segundo semestre de este año.
Desconozco la inversión que se ha tenido que hacer para comprar las vacunas con las que se ha inmunizado ya a más del 80% de nuestra población con dos dosis, y a casi el 50% con tres dosis, pero un cálculo aproximado de lo que nos hemos gastado hasta ahora en vacunas puede ascender a varios miles de millones de euros. Me pregunto si no hubiera sido más rentable haberlos invertido a su debido tiempo en investigar para tener cuanto antes nuestras propias vacunas.
La escasez de presupuestos para investigación no puede significar otra cosa que un considerable desprecio hacia la ciencia y los científicos por parte de los políticos responsables de gestionar los fondos económicos de nuestro país y también de una notable miopía en su visión de futuro.
Hablando del desprecio hacia los científicos, en una película que está de moda estos días, “No mires arriba”, unos físicos investigadores descubren que un cometa gigante va a estrellarse contra La Tierra y producir una extinción masiva de la vida.
Lo primero que hacen estos investigadores es informar a la presidenta del país para comunicarle el terrible descubrimiento, pero se encuentran con una política que está más preocupada de las próximas elecciones que por dar una solución al problema que le plantean.
Ante esa inexplicable actitud de los políticos, los investigadores deciden entonces recurrir a la televisión para que sensibilice a la población de lo que va a ocurrir, pero se encuentran con unos medios de comunicación frívolos que están más interesados en los índices de audiencia, las tertulias impactantes y los influencer, que en lo que va a suceder.
En esta parodia tampoco falta el empresario astuto que ve una oportunidad de negocio excepcional en la catástrofe que se avecina y antepone sus intereses económicos al riesgo inminente que va a sufrir la población.
El denominador común en todos estos personajes es el profundo desprecio que sienten hacia la ciencia y los investigadores que les lleva a ignorar la terrible amenaza que se cierne sobre La Humanidad.
Conforme veía la película tuve una sensación déjà vu, que me recordaba en muchos aspectos a lo que estamos viviendo con la pandemia de COVID en nuestro país.
Hay que pensar que la investigación es el motor que mueve el desarrollo y el progreso de una sociedad y mientras no se tenga en cuenta esta verdad estaremos condenados a vivir una serie de catástrofes que se podrían evitar.
Para mejorar la situación actual de la COVID hubiéramos necesitado haber dedicado anteriormente más fondos para investigación, pero en estos momentos que ya no se puede dar marcha atrás, por lo menos tener en cuenta la opinión de nuestros científicos que son los que más saben de esta crisis sanitaria y evitar el protagonismo de los políticos y los medios de comunicación que solo piensan en sus intereses estratégicos.
Por lo demás, les recomiendo que vean la película porque pueden pasar un rato agradable entre tantos motivos para sentirse mal como tenemos en la actualidad.
Bravo