“Primum non nocere”

Esta expresión latina significa: lo primero, es no hacer daño. En contra de lo que se cree, no pertenece al Juramento hipocrático que hacemos los médicos de una manera simbólica cuando empezamos nuestra profesión, pero, aunque no lo sea, es elemental que hay que seguirla y es de obligado cumplimiento ético en nuestra profesión.

La forma más frecuente de causar daño a un paciente es a través de una acción médica legítima destinada a mejorar la situación del paciente, pero que produce un efecto secundario inesperado y no deseado que ocasiona el daño. A esto se le llama iatrogenia.

La iatrogenia es muy frecuente en nuestra práctica habitual. Un efecto secundario de cualquier fármaco o una complicación de una cirugía son formas frecuentes de iatrogenia que hay que asumir en muchas ocasiones porque el beneficio que va a conseguir el paciente es superior al perjuicio que potencialmente se le puede ocasionar.

En las personas con fibromialgia, con demasiada frecuencia se produce algún tipo de iatrogenia por diversas razones. Veamos algunos ejemplos de ello.

Comencemos con el diagnóstico. Hoy día se sabe que establecer el diagnóstico de la enfermedad mejora la situación del paciente porque, entre otras cosas, le permite afrontar con mayor seguridad los retos de su enfermedad (pincha aquí). Por tanto, no hacer el diagnóstico perjudica la situación del paciente y es una forma pasiva de iatrogenia.

En relación con la medicación, las personas con fibromialgia consumen gran cantidad de fármacos con la posibilidad de interacciones entre sí y producción de más efectos secundarios. Muchos fármacos no son necesarios, por lo que es conveniente eliminarlos. Otros, no consiguen el efecto deseado, pero se mantienen a pesar de ello y sin tener en cuenta que los efectos adversos que producen son similares a los síntomas del paciente (pincha aquí).

En fin, los fármacos son la fuente principal de iatrogenia en el paciente con fibromialgia y, desde mi punto de vista, son fácilmente controlables si el paciente entiende que el consumo de fármacos no es sinónimo de bienestar, sino todo lo contrario.

A las personas con fibromialgia se les practica un número mayor de cirugías que al resto de los pacientes. Estas intervenciones quirúrgicas producen también un mayor número de complicaciones, tanto médicas como quirúrgicas, más ingresos hospitalarios y un menor grado de satisfacción en el paciente, todo ello como parte de la iatrogenia quirúrgica (pincha aquí).

Con esto, no quiero decir que a las personas con fibromialgia no haya que practicarles cirugías si estas son necesarias, pero la indicación quirúrgica debe ser precisa y con garantías de que vaya a producir una mejoría en el paciente. Probar, por probar una cirugía, es un riesgo que no debe asumir ni el paciente ni el cirujano.

Las conocidas como terapias alternativas (hay tantas que no podría enumerarlas todas) no suelen tener efectos secundarios importantes y por esta razón se venden bastante bien. Sin embargo, con estos tratamientos se produce otro tipo de iatrogenia que podríamos llamar económica, porque estas terapias no figuran entre las prestaciones del sistema sanitario público y son casi siempre costeadas por los pacientes.

Entonces, se preguntarán ustedes, ¿cómo se debe tratar mi enfermedad? Efectivamente, la respuesta no es sencilla porque el tratamiento no es fácil. Pero es necesario que el médico que trata al paciente tenga una buena formación sobre este tipo de enfermedades y que el paciente sea un buen conocedor de su propia enfermedad para reducir al mínimo la posibilidad de iatrogenia.

En todos los casos, es indudable que hay que pensar constantemente en la expresión “Primum non nocere“, por lo menos para no empeorar la situación del paciente.

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