
Cualquier enfermedad inflamatoria se acompaña siempre de dolor, porque éste es una consecuencia inevitable de la inflamación. En estas enfermedades el dolor es el síntoma más frecuente y generalmente se utiliza para evaluar la gravedad de la enfermedad y también para indicar el tratamiento que necesita el paciente.
Pero el dolor agudo en muchas ocasiones se convierte en crónico y entonces se hace independiente de la enfermedad que lo ha ocasionado y termina convirtiéndose en una nueva enfermedad llamada dolor crónico. La enfermedad de dolor crónico tiene a su vez otros síntomas asociados como cansancio, alteraciones del sueño, alteraciones cognitivas, disminución de la capacidad funcional, ansiedad o depresión que se añaden o agravan los síntomas de la enfermedad inflamatoria. Tenemos así dos enfermedades distintas en una misma persona: la inflamatoria, que produce dolor, y otra que es una consecuencia de la primera y que es el dolor crónico con sus síntomas asociados.

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