Síntomas y fármacos

Sabemos que las personas con fibromialgia tienen un gran número de manifestaciones clínicas al mismo tiempo (pinchar aquí). Si pensamos que cada uno de estos síntomas es debido a una enfermedad distinta, existe el riesgo de recibir fármacos para tratar independientemente cada uno de ellos.

Si, por el contrario,  consideramos que todos los síntomas pertenecen a la misma enfermedad, solo se darán aquellos fármacos imprescindibles que actúen en diferentes sitios mejorando la situación general.

Desgraciadamente, si no se establece el diagnóstico de fibromialgia -algo bastante frecuente- vamos a encontrarnos más de lo primero que de lo segundo y el resultado va a ser el consumo de un gran número de fármacos al mismo tiempo.

Todos los fármacos producen efectos secundarios, y si leemos el prospecto de cualquiera de ellos, veremos que muchos de los efectos secundarios descritos son exactamente los mismos síntomas que tiene una persona con fibromialgia.

Pero hay más, los fármacos reaccionan entre ellos produciendo lo que se denominan interacciones farmacológicas -que no es ni más ni menos que se potencian los efectos del fármaco, habitualmente los secundarios-, y empiezan a aparecer nuevos síntomas o se agravan los que ya existían previamente. Llegados a este punto, es casi imposible determinar qué parte de los síntomas pertenece a la enfermedad y cuáles están producidos por los fármacos.

La gran paradoja ocurre cuando se interpreta que como hay más síntomas significa que el paciente necesita mayor número de fármacos o más dosis, aumentando claramente el problema.

Varios estudios muestran que los pacientes con múltiples fármacos son los que tienen mayor número de manifestaciones clínicas. También existen otros estudios que demuestran cómo se reducen algunas manifestaciones clínicas simplemente con suspender algunos fármacos.

Si tenemos en cuenta que la mayoría de los estudios realizados con fármacos para el tratamiento de la fibromialgia muestran una eficacia pobre en el control de los síntomas, es preferible no centrarse demasiado en el tratamiento farmacológico -como así ocurre con demasiada frecuencia-, y utilizar otras estrategias terapéuticas para evitar un aumento de la gravedad de la enfermedad.

Suspender algunos fármacos claramente perjudiciales (pinchar aquí) como las benzodiacepinas (lorazepam, lormetazepam, diazepam, clonazepam, etc.) y los opioides (oxicodona, fentanilo, tapentadol, morfina, tramadol, etc.); reducir las dosis en algunos casos; realizar tratamientos intermitentes solo durante las fases más agudas de la enfermedad, o eliminar aquellos fármacos que no muestren la menor eficacia, son algunas de las estrategias terapéuticas eficaces que un buen clínico debe utilizar en el tratamiento de las personas con fibromialgia.

En cualquier caso, hay que huir de esas situaciones que se ven con demasiada frecuencia en las que hay pacientes que llevan muchos años tomando los mismos fármacos sin que experimenten la más mínima mejoría. Va siendo hora de cambiar el enfoque del tratamiento en estos pacientes.

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